“Soy nativa indígena porque me corre sangre india por las venas”, admite Catalina Menjívar, de 73 años. Ella no viste traje tradicional, no habla el lenguaje pipil de sus ancestros de Santiago Texacuangos, San Salvador, y ni siquiera muestra rasgos indígenas marcados en su rostro.
Pero practicar la curación a través de la medicina natural, su marcada espiritualidad ancestral y el respeto que guarda hacia sus semejantes la hacen sentirse parte del remanente de la cultura indígena que se cree sobrepasa el 10% de la población salvadoreña.
“Yo siento que la parte indígena no es sólo la física, sino que es una forma de vida”, cree María Eugenia Aguilar, fundadora de Rescate Ancestral Indígena Salvadoreño (RAIS).
Este instituto ayuda y apoya a personas que como Catalina están descubriendo y enamorándose de sus raíces. En otras palabras, aquellos que luchan por encontrar su propia identidad.
Sebastián Morales, de 57 años, es uno de los promotores sociales comunitarios de RAIS en Santiago Texacuangos y está convencido de que la lucha no son los atuendos indígenas, sino el rescate de la cultura ancestral.
Y para eso, este instituto que nació hace 20 años con el nombre “Kal Tunal” (Casa del Sol), ha puesto y sigue poniendo en marcha una serie de iniciativas que buscan recuperar la dignidad y el lugar de pertenencia de los indígenas.
Y no sólo se trata de esos hombres que aún usan caites y sombreros de palma, ni de aquellas mujeres vestidas con refajo que acostumbramos a contemplar en las estampas.
No, María Eugenia Aguilar suele ir más allá. A su juicio, pensar que los indígenas sólo habitan en los pueblitos apartados de las ciudades es una concepción errada. “Ellos están inmersos en todo el territorio”, considera.
Entre los telares
El libro “Perfil de los pueblos indígenas de El Salvador” cita que a diferencia de otros países latinoamericanos, los pueblos ancestrales nacionales ya no tienen presentes los rasgos culturales con los que acostumbran a identificarse, como el idioma vernáculo y el vestuario tradicional.
El libro “Perfil de los pueblos indígenas de El Salvador” cita que a diferencia de otros países latinoamericanos, los pueblos ancestrales nacionales ya no tienen presentes los rasgos culturales con los que acostumbran a identificarse, como el idioma vernáculo y el vestuario tradicional.
Incluso algunos oficios tradicionales, como el trabajo en los telares, los instrumentos que permitían a los indígenas tejer sus telas, están desapareciendo en algunas áreas donde tuvieron su máximo apogeo.
Entre esos municipios se encuentra Santo Tomás y Santiago Texacuangos, en San Salvador. Hace 60 años, cuenta José Roberto Castro, en esta última ciudad existían 1,200 telares de cintura y de palanca, pero ahora apenas se cuentan unos 15 que se niegan a morir.
La situación es igual en Santo Tomás. Por eso, el Instituto RAIS ha iniciado en esta zona el proyecto “Fomento para la inserción de jóvenes al mercado laboral, a través de la habilitación y el fomento de la cultura ancestral”.
Con dos telares de palanca y cuatro de cintura, las descendientes de los nahua-pipiles residentes en comunidades como Casitas, Guaje, Potrerillos y Chantepe, de Santo Tomás, y Morro Grande, Tierra Blanca y Chaltipa, de Santiago Texacuangos, están reviviendo el trabajo de sus ancestros.
Claudia Vega, de 58 años, es uno de los cuatro maestros que tienen a su cargo la enseñanza de esta labor. Con inigualable paciencia revisa las primeras puntadas de María Ponce, quien está convencida de que esta iniciativa le ayudará a mejorar su estado económico y a revivir la cultura de sus abuelos.
“No se trata de tejer por tejer”, explica María Eugenia. Se busca que la gente recupere su dignidad, su memoria oral y su lugar de pertenencia. “Los colores del tejido hablan de la madre tierra; es toda una expresión gráfica”, agrega.
Otro de los proyectos que implementa RAIS es “Resurgimiento de la mujer indígena a través del empoderamiento de sus saberes ancestrales”. Además siguen luchando por el rescate de la curación por medio de la medicina natural y de la espiritualidad de los pueblos indígenas.
Todos estos esfuerzos están disminuyendo la invisibilidad de esta población en el país. “La vida indígena no tiene que ser objeto del folclor, porque este se admira, pero no se vive. Y esto está cambiando”, subraya Jorge Rivas, coordinador de educación de RAIS.
Fuente: Hablemos Online